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Vino dando guerra, se fué con la paz entre las piernas y la cabeza alta. Valiente cobarde. Por no querer dar más de sí acabó echando de menos, presa de sus prejuicios. Quise poner punto y quedé en coma, comiéndome la cabeza me quedé en los huesos de los besos, perdido en esta lengua bífida que envenena el antídoto que me dotó de la segura inseguridad de mi ser.
Mido el medio de mis miedos, la suela de los suelos por los que caminan mis dedos, el límite de la tímidez de las nubes al golpear el cielo, de los afluentes del río de mi mente que ama la mar como la ama un calamar tan dulce en esta agua salada. Balada triste y torpe de trompeta, entrando en tromba en el paladar, entre tus sábanas y en la odisea que supuso ser esfinge de finde y defiende lo que perdió por no conquistar cumbres borrascosas, por el temor del canto de tenor a lo desconocido.. El páramo de mis reclamos.
Guille.