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Tras cuatro décadas de mutación socioeconómica, Fene, limitado en capacidad pública y reducción del gasto, debe acometer la revisión de su planeamiento genuino repensando las políticas urbanas, a efectos, de tomar papel protagonista en un contexto postindustrial
Sabido es que un Plan General de Ordenación Municipal (PGOM) es el documento de carácter normativo y ámbito municipal, indicativo del modelo de ciudad que se desea, y de cómo queremos que se desarrolle en el futuro.
El Ayuntamiento de Fene que fue puntero en planeamiento genuino al disponer del mismo desde 1975, en la actualidad se rige por el PGOM aprobado por la Xunta de Galicia el 23 de Enero de 2003, es decir 15 años atrás¸ con la desventaja añadida que desde entonces la Ley del Suelo de Galicia como referente legislativo fue cambiada en lo sustancial en tres ocasiones consecutivas, circunstancia que lo reviste de obsolescencia por no decir de nulidad y por tanto lo hace inservible como soporte urbanístico de referencia.
Desfase con la realidad que trasforma su contenido en un mero inventario de soporte catastral con exclusiva finalidad de seguir asegurando el nivel de recaudación impositiva del IBI.
De ahí que tan inútil sea el planeamiento vigente como los responsables políticos de la situación, pues no hemos de olvidar que Fene lleva la friolera de 10 años, ( dos legislaturas y media), con la Revisión del Plan General empantanada y sin trazas de activación, con el agravante que lejos de asumir su responsabilidad y proceder en consecuencia, los munícipes optan por hacer caso omiso de las causas que ocasionaron la actual "eutanasia urbanística", para no entrar en el fondo de la cuestión, renunciando así a la necesaria catarsis que con carácter ineludible tendría que afrontarse políticamente para afianzar con solvencia un modelo urbanístico de futuro.
Mantener durante una década el estereotipo del urbanismo de épocas pretéritas, además de un error de estrategia, es una expresión de sordidez política sin precedentes, pues difícilmente se puede hablar de cambios y progreso en la esfera municipal cuando institucionalmente se mantiene vigente el modelo urbanístico inadecuado al escenario de la crisis que estamos padeciendo.
Por mas maximalismos que se utilicen para mantener la actual situación de impasse, está lejos de toda duda que sin mediar un cambio de perspectiva acerca de la innovación política en el territorio y el urbanismo, es impensable un cambio efectivo en el hacer municipal, objetivo que para llevarse a término más que utilizar alardes progresista necesita la puesta en práctica de políticas sobre ordenación del suelo que desde la transversalidad, contengan ingredientes participativo, nuevos modelos de gestión y una dialéctica urbanística renovada; pues sin darse esa premisa, sobra decir, que toda retórica sobre el cambio, más que traducirse en realidad nos mantendrá estancados en la esterilidad.
Por responsabilidad institucional, la corporación debe darle un giro a la planificación y la ordenación territorial, en pro de posibilitar el surgimiento de un urbanismo de nuevo cuño
Para llevar a cabo el cambio que la esfera municipal requiere, sobran manifiestos de intenciones y faltan compromisos reales, toda vez que la agenda hacia la evolución demanda de forma juiciosa involucrarse de lleno en la situación, promoviendo al efecto, las modificaciones y revisiones necesarias para su actualización, en evitación que nuevas mudanzas en la legislación y la prórroga del planeamiento anticuado obstaculice por mas tiempo la renovación que la situación exige.
Es decir, los trabajos de Revisión además de ser acometidos con urgencia han estar debidamente justificados y motivados, así como, meditados y consensuados, pues resultaría anacrónico y totalmente contraproducente afrontar una nueva planificación urbanística sin disponer de argumentos sólidos de sustentación, en adecuación a la nueva realidad socioeconómica y a las circunstancias de una tendencia demográfica descendente, de tal forma que mas que establecer nuevos crecimientos su diseño se circunscriba a consolidar lo existente.
Un ajuste a la actual coyuntura que pasa forzosamente por orientar tendencia hacia dinámicas de "decrecimiento" en el contexto de un ordenamiento más racional y reflexivo, que defina nuevas lógicas de planificación urbanística achicando previsiones de desarrollo a base de reprogramar los suelos en desuso, reducir suelo urbano no consolidado y suelo urbanizable delimitado en adecuación a criterios de racionalidad territorial y a los límites del techo potencial resultante.
Por responsabilidad institucional corresponde a la corporación como competente en materia, darle de una vez por todas un giro a la planificación y la ordenación territorial, en pro de posibilitar el surgimiento de un urbanismo de nuevo cuño que bajo el liderazgo corporativo y la implantación de sistemas más adecuados de participación ciudadana, se pueda establecer de forma eficiente un formato actualizado de cómo organizar Fene desde la racionalidad.
Ahora bien, considerando que la voluntad progresista manifestado en las urnas por la ciudadanía duplica al respaldo otorgado a las tesis neoliberales del grupo que ostenta la Alcaldía, ni que decir tiene que por lógica electoral el actual Gobierno municipal no está legitimado para pilotar los trabajos de revisión del PGOM por cuanto en un proceso de transformación y cambio de ciudad el modelo espacial de aplicación debe estar en consonancia con la sensibilidad mayoritaria de la población residente.