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Una familia emigra de Honduras por los altos indices de criminalidad y radica su residencia en Cancun
Honduras: La tierra de las Baleadas
La conocí hace tres años, la tranquilidad se reflejaba en sus ojos y la risa cristalina de sus hijas sonaba en la vecindad, una calle muy especial en todo Cancún donde conviviamos ciudadanos de diversos paises, la más cosmopolita en ese tiempo, creo yo.
Su nombre, bueno su nombre es lo de menos, al principio nos veía con desconfianza, sin embargo, al cabo de una semana ya eramos una familia muy unida, ellos eran cuatro y nosotros igual, su familia compuesta por papá, mamá y dos hijas era similar a la nuestra, lo cual ayudó a compenetrarnos más.
La llegada de esa nueva familia aumento el numero de naciones representadas en tan solo una cuadra de 50 metros de largo, en el lugar ya residía el clásico “gringo” jubilado y con fiesta todas las noches, siempre estaba happy.
Una familia de cubanos le daba el toque caribeño, los demás éramos de nuestro México, aunque de diferentes estado y ellos, una familia muy sui generis, el papá provenía de Asia y aunque no llego en la Nao, su comida era muy diferente y deliciosa, nada similar a los platos comerciales que se encontraban en los restaurantes chinos de la ciudad.
Las adolescentes nacieron en Belice y nuestra amiga de Honduras. El intercambio de costumbres y sobre todo de platillos hizo que todos los días fueran de fiesta, ya sea que subiéramos a su departamento o que ellos bajaran a nuestra casa la diversión estaba garantizada.
De Asia probamos mil y una delicias ya que nuestro amigo tenia un diplomado en cocina china y nunca perdía ocasión para deleitarnos con sus conocimientos culinarios.
Mientras que por parte de Belice el ya famoso Rice and Beans se convirtió en la referencia obligada del país vecino ubicado al sur, por nuestra parte, las tostadas, el pozole, salbutes, pancita y otras delicias mexicanas fueron el atractivo que nos permitió ayudarles a conocer la gastronomía mexicana, donde coincidimos fue en las empanadas, que según ellos, allá en Honduras les llaman “pastelitos”.
Nuestra calle era la mas cosmpolita de Cancun, en solo 50 metros habia seis naciones representadas
Algo que sin duda nos fue simpático en su dieta fueron las baleadas, unas tortillas de harina hechas a mano, untadas con frijol negro colado y queso y crema, la comida típica de las casas donde hay preocupaciones económicas, pero que a nosotros nos encantaban cuando estaban saliendo del comal, comer las baleadas ya era una tradición de domingos donde compartíamos nuestras risas, tristezas, nostalgias y sobre todo, un optimismo de estar en esta tierra bella.
Con el paso de los de los meses nos enteramos del motivo por el cual, habían emigrado a Cancún, la Mara Salvatrucha era uno de los terrores constantes en la nación centroamericana y las adolescentes corrían el riesgo de ser víctimas de algún delito grave, desde una violación hasta el asesinato, por ello habían cambiado su residencia a Belice y de ahí a Cancún.
La delincuencia en Honduras era tan grave que aun recordaban el autobús urbano atacado por un grupo de asesinos que cobardemente había masacrado a los ocupantes sin importar que fueran niños y mujeres, esto, en diciembre del 2004.
Los índices delictivos del país de origen de nuestra vecina eran dramáticos, incluso cambio su estilo de vida relajado (tenia su tienda de abarrotes) por el trabajo doméstico, todo era por el bien de sus pubertas.
Hoy en dia, nuestros destinos se han separado, solo por la distancia de unas cuadras, sin embargo, al ver que los militares controlan todo Honduras me pregunte, ¿Qué pasaría si por siempre existiera esa vigilancia extrema, ese toque de queda nocturno, si la delincuencia fuera controlada en la nación amiga por los uniformados de verde? Creo que ya no podríamos seguir conociendo vecinos tan especiales como los mencionados.
Sin embargo, creo que sería una buena idea que los militares fueran por siempre, garante de seguridad para la población y no para los gobernantes, que su presencia en la calle fuera para imponer el orden y la ley, que los delincuentes supieran que hay patriotas que defienden a su pueblo y que trabajan por el bien común.
Hoy, me duele lo que ocurre en Honduras, ese país de donde conocí las baleadas y que por siempre llevare en mi paladar.