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La reinvención de lo cierto (Capítulo 15).

17/01/2019 16:50 0 Comentarios Lectura: ( palabras)

Mi socio y yo fundamos una empresa que se dedicaba a manejar el ocio de la gente rica, básicamente, aconsejábamos a los millonarios como podían gastar su dinero para pasarlo lo mejor posible, lo que viene siendo, de puta madre , algo que se consigue de manera muy fácil cuando hay grandes cantidades de euros disponibles. Las cosas nos iban de maravilla. El negocio era muy rentable, ganábamos pasta a manos llenas , y eso nos permitía llevar un alto nivel de vida (no tanto como nuestros clientes, pero casi), un deseo compartido por ambos, más bien se podría decir que éramos adictos al lujo, es decir que algo por lo que habíamos trabajado tanto, al fin nos había permitido convertir nuestros sueños del pasado cuando éramos emprendedores novatos en la realidad de los triunfadores expertos.

Muchos quisieron imitarnos, pero no era tan fácil llegar hasta la cima del éxito como nos había sucedido a nosotros, y quienes trataban de hacer lo mismo, alguna vez nos preguntaron con todo su atrevimiento, cual era nuestro secreto, y siempre decíamos la verdad (casi, tampoco éramos gilipollas), que era algo muy simple, mi socio y yo nos repartíamos el trabajo al 50%. Lo que hacía uno era igual de importante que lo desempeñado por el otro. Yo no me metía en lo que eran sus responsabilidades y él, hacía lo propio conmigo. Y en eso éramos absolutamente intransigentes, ninguno de los dos, pasábamos al otro lado de la frontera que separaba nuestro territorio laboral. Esa disciplina de trabajo, nos hacía funcionar con la precisión de un reloj suizo. Sin lugar a dudas formábamos el dúo empresarial perfecto.

Pepe, mi socio, se encargaba de la parte financiera. Era un excelente economista y todo lo que guardaba relación con los números , no tenía secretos para él. Lo mío era la parte correspondiente a la creatividad, mi imaginación daba paso a una frenética actividad, para que la fábrica de ideas que tenía en mi cabeza, estuviera alumbrando de manera incansable nuevos proyectos, que por lo general, suponían una permanente fuente de ingresos para el negocio.

Hasta que un mal día, rompimos nuestro método de trabajo (no sé si fui yo el que dio el primer paso o fue él, o ambos a la vez), comenzamos a meternos uno en el trabajo del otro y viceversa. Y todo se fue a la mierda, porque pudimos comprobar (por desgracia), que era cierto aquello de zapatero a tus zapatos . Yo era un desastre manejando las cuentas. Las matemáticas siempre se me dieron mal, incluso creo recordar si es que la memoria no me falla, que la nota más alta que obtuve en la asignatura cuando iba al colegio, fue un cinco pelado, y muy pocas veces, así que los números y yo, jamás podíamos llegar juntos a ningún sitio, ni tan siquiera a cruzar la calle, y Pepe, el pobre, tenía una limitada capacidad creativa y menos gracia que un Obispo (excepto cuando tomaba más de cuatro copas seguidas, ya que a partir de ahí, se desataba por completo convirtiéndose en un auténtico volcán del desenfreno en plena erupción), y por lo tanto era incapaz de generar la más insignificante idea que pudiera servir de mínima diversión para nuestro cliente más complaciente, así que al final el negocio se fue deteriorando, discutíamos por tonterías y cada vez con más frecuencia, fuimos invadiendo de forma descarada el terreno del otro, hasta que la convivencia se hizo insoportable, y la empresa se fue literalmente a tomar por culo, y cada uno por su lado, así que me quedé sin socio, y también sin amigo (él puede decir lo mismo), después de tanto tiempo juntos, pero así son a veces las cosas.

Los años fueron pasando, y como el tiempo todo lo cura, Pepe y yo volvimos a retomar nuestra amistad (nos conocíamos desde niños, y habíamos ido juntos al colegio), y ahora nos vemos con cierta frecuencia y quedamos para tomar unas copas y charlar relajadamente con todo el buen humor del que somos capaces, que es mucho, favorecido por la gran confianza y aprecio que todavía nos tenemos, mientras seguimos recordando los viejos tiempos.

¡Juanito cabrón (ese soy yo ), que burro fuiste siempre con los números!, y es que nunca entendiste nada de cuentas ni de economía, a pesar del buen maestro que tuviste, siempre me decía lo mismo, luego se ponía a reír, y aumentaba su descojone sobre mí, imitando el rebuzno de un asno, y yo le respondía con la coña de siempre, y le decía lo mismo riéndome como él:

¡Y tú Pepe, nunca entendiste de fulanas, por eso cuando salías con los clientes no sabías donde llevarlos, y se aburrían contigo como ostras, por eso siempre querían venir conmigo para que los llevase a los Puticlubs que yo conocía, que era donde mejor se lo pasaban!, y yo me ponía a sacar y meter la lengua de la boca haciendo un gesto en plan guarro.

¡Ja, ja, ja...!

Y otra vez más volvemos a quedar para para pasarlo bien. Nos reímos del mundo y juntos estamos fenomenal. Seguimos bebiendo y bebiendo mientras que el exceso de alcohol nos inunda, hasta que acaba saliendo por las orejas , y eso va acentuando el desmadre, la risa floja, el cachondeo..., hasta que pillamos el colocón habitual de siempre, y el recuerdo de la inevitable resaca del día siguiente, nos mantiene en el dique seco durante una buena temporada, hasta que volvemos de nuevo a quedar para seguir hablando de lo mismo y emborrachándonos como siempre.

PD.- Pepe ahora trabaja de contable en una fábrica de embutidos que produce una famosa marca de chorizos de esos que tienen un sabor de maravilla , y yo soy el encargado de las relaciones públicas de una conocida discoteca que por suerte hoy está de moda en la ciudad, y siendo sincero, más que por la eficacia de mi trabajo, el éxito se debe a los bellezones que con frecuencia suelen ir al local a mover el esqueleto de manera compulsiva y a dar rienda suelta a sus instintos carnales (por llamarlo de alguna manera).

Y como se suele decir, el tiempo al final pone (en nuestro caso, vuelve a poner) a cada cual en su sitio. A Pepe rodeado de números y a mí de mujeres. ¡Qué pena que en su momento no nos dimos dado cuenta de ello!, seguro que a estas alturas, estaríamos nadando en billetes, pero así somos de torpes los seres humanos, capaces de estropear el mejor de los negocios.

Fran Laviada.


Sobre esta noticia

Autor:
Fran Laviada (515 noticias)
Fuente:
fran-laviada.mozello.es
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