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La reinvención de lo cierto (Capítulo 4).

06/01/2019 12:20 0 Comentarios Lectura: ( palabras)

Todos los alumnos respetábamos mucho a Don Claudio, incluso la mayoría de nosotros le considerábamos una de las personas más influyentes en nuestras vidas (y para algunos aún lo sigue siendo).

Él, era nuestro profesor de filosofía, y ante todo, lo podríamos definir como un hombre de bien, educado, culto y justo, entre otras muchas cualidades que conformaban su enorme talla humana, además de ser humilde y discreto, de tal forma que le gustaba siempre pasar lo más desapercibido posible y nunca quería ser el centro de atención de nada, como él decía, eso se lo dejo para los figurones . Además como era más bien bajito y muy delgado, su aspecto físico, colaboraba de manera eficaz con sus deseos de no llamar la atención.

Como maestro era insuperable, no solo por sus grandes conocimientos sobre la materia que impartía, también por su gran experiencia, fruto de una vida exprimida al máximo y por supuesto, por su enorme sentido del humor, que daban a sus clases un toq ue especial , que las hacía además de instructivas, también amenas y divertidas, sin duda la mejor de las recetas para que el alumno aprovechara el tiempo durante la clase para aprender, algo que por desgracia no siempre sucedía, es decir que no era para nada de ese tipo de docentes que aburrían a las piedras , que hablaban sin parar escuchándose a sí mismos y que nos obligaban a los alumnos a estar más atentos al vuelo de la mosca de turno (eso o empacharse de hastío) que a la asignatura desarrollada, además de ponernos la cabeza como un bombo y consiguiendo que al final todos acabásemos odiando la materia que trataban (inútilmente) de enseñarnos.

Don Claudio dejaba que sus alumnos participaran activamente en sus clases, todos podíamos opinar y exponer nuestras ideas con total libertad, y él, siempre nos animaba a ello, aunque insistía en lo siguiente:

Habla cuando tengas algo importante que decir, nunca te quedes callado, pero si vas a abrir la boca, tan solo para decir tonterías, es mejor que mantengas tus labios sellados, y todos los demás, te estaremos muy agradecidos disfrutando del placer que tu silencio nos aporta.

Don Claudio era sabio, nos dejaba libre el camino para expresarnos, pero al mismo tiempo nos invitaba a reflexionar, y a no soltar delante de los demás, la primera incongruencia o estupidez que se nos ocurriese.

Por eso, cuando en situaciones conflictivas, en las que corro el riesgo de dejarme llevar en exceso por la ira, me acuerdo de mi viejo profesor, y trato de no decir o hacer, lo primero que mi instinto agresivo me pide, y cuando lo consigo, me siento bien por no tener que arrepentirme después, algo que agradezco en lo que vale y que me ha librado en bastantes ocasiones de los dañinos efectos secundarios, fruto de mi incontrolable a la vez que hereditario temperamento colérico.

Fran Laviada (Twitter).


Sobre esta noticia

Autor:
Fran Laviada (515 noticias)
Fuente:
fran-laviada.mozello.es
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