México tiene su tragedia bien presente en el transporte colectivo
La colisión de trenes en la Ciudad de México de 1975 fue un accidente ferroviario ocurrido el día lunes 20 de octubre de ese año, alrededor de las 09:40 (UTC -6). El suceso ocurrió en la estación Viaducto de la Línea 2 del Metro de la Ciudad de México, y tuvo como consecuencia la muerte de al menos 31 personas y 70 lesionados, siendo el accidente más mortífero de este sistema de transporte. A partir de este hecho fue instalado el sistema de pilotaje automático en la red.
Muchos dicen que esta colisión no fue un accidente, ya que los del DDF (departamento del distrito federal) y los del metro, querían demostrar que era necesario instalar un sistema de pilotaje automático, saliendose de las manos esta situación.
En un principio se manejo que solo querían que fuera un alcance para justificar dicho sistema, pero el plan les fallo, en aquella mañana del 20 de octubre se cuenta que a la gente que trabajaba en el metro, se le hizo callar y hasta se le dio dinero por su silencio.
Hombre de una vida dentro del STC-Metro, Héctor Manuel Zavala Bucio, hoy integrante del sindicato de la empresa, ni siquiera titubea:
“Fue un sabotaje”.
Habla del accidente en la estación Viaducto, de ese día de 1975 del que se sabe bien poco y quizá ya no exista prueba documental. “Su idea no era sacrificar inocentes, era nomás un alcance, un enganche de trenes, pero les falló”.
Aquella mañana del 20 de octubre, Zavala trabajaba en el Taller de Mantenimiento Menor en Tasqueña y era el secretario de Prensa y
Propaganda del Comité Ejecutivo General del sindicato. Desde esa posición indagó el trasfondo del percance: “Desde el momento que se
robaron la caja negra, la cinta de la caja, la téloc (cronotacógrafo), lo detectamos. Nunca apareció la cinta, ahí estaba la clave del accidente”.
“La gente tenía miedo de hablar”, cuenta, “era otra época. A muchos los callaron con dinero, o los hicieron callar con amenazas”.
Según Zavala, la intención era presionar al presidente Luis Echeverría, ante su negativa insistente a comprar el sistema de pilotaje automático del que carecían los trenes. “La idea no era un accidente de esa magnitud, no era sacrificar inocentes, era sólo un alcance, incluso un enganche de trenes, pero les falló”.
¿Quiénes? Da dos nombres: Octavio Sentíes, regente del Distrito Federal, y Jorge Espinosa Ulloa, director del Metro, integrante de la comisión especial que creó Echeverría para investigar el caso, luego gobernador de Veracruz, ahora ya fallecido. “El testimonio más creíble —dice— fue el del ingeniero Juan Manuel Ramírez Caraza, director del Politécnico, subdirector del Metro muchos años, él fue el que me comentó… No se trataba de matar gente, sino de demostrarle a Echeverría que era factible un alcance si no se compraba un pilotaje automático”.
“Según me decía este ingeniero, él supo que la idea de Espinosa Ulloa y de los responsables de la operación era sacar esto, la idea era hacerlo en Allende, por eso el tren número 08 se iba parando, por eso le accionaban las palancas de emergencia”, dice.
Zavala recuerda una conversación con Ramírez Caraza, ya fallecido, en la que le contó que el regente Sentíes fue enfático al advertirle que no siguieran investigando un posible sabotaje, que había sido una falla humana y punto:
“Fue una falla, señor regente”, habría acatado el entonces subdirector del Metro.
En esa acción, dice el dirigente sindical, quizá pudieron estar concertados el conductor del tren 10, Carlos Fernández Sánchez, y sobre todo el responsable del Puesto de Control Central de la línea 2, Rodolfo Luis Flores Gutiérrez, que observó cómo un tren se acercaba peligrosamente a otro y no hizo nada, y “luego incluso quedó mas de los nervios, se volvió loco, pues”. Ambos están vivos, aunque no ha sido posible saber su paradero.
Zavala cita aquel desplegado de 1975 al que hacen referencia tantos testimonios, en que se alertaba de un atentado días antes del accidente, pero dice: “Eso era un asunto político, una coincidencia nomás”. El trasfondo fue económico, asegura.
¿Cómo supo del sabotaje? Preguntando. En 1984 publicó un escrito, Crónica de un silencio, que se distribuyó entre los trabajadores del Metro. Ahí denuncia hechos que derivaron en el accidente de Viaducto, los motivos del silencio y el sacrificio de vidas inocentes.
¿Por qué nadie habló en tantos años? Quizá nunca pueda saberse con certeza. “A partir del accidente, al sindicato le fue mejor que nunca, nos dieron prestaciones, plazas, casas”, dice. De por lo menos 31 hombres, mujeres y niños muertos, nadie habló más. Y hoy, desaparecidos los principales testigos, perdidos los documentos de esta historia convertida en retazos, apenas queda la evidencia de que el silencio es otro de los rostros de la corrupción.
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