¿Quieres recibir una notificación por email cada vez que 20minutos.es escriba una noticia?
Cuando empezó el curso, todos, yo la primera, nos temimos que aquello iba a ser un desastre y que lo de la reapertura de los centros educativos iba a durar un suspiro. En aquellos primeros días de septiembre ni siquiera hablábamos de segunda ola, seguíamos recontando los rebrotes que se multiplicaban aquí y allá y temíamos que la vuelta al cole fuese a disparar esa situación; había quien aseguraba que las aulas, inevitablemente, volverían a cerrarse. Solo de pensarlo se nos ponían los pelos de punta: todos sabíamos lo que les había costado a nuestros hijos estar en casa sin ver a sus amigos, hacer las clases como podían a través de las pantallas, motivarse cada día frente a esas pantallas y perderse tantos y tantos momentos que son parte de su aprendizaje. Así que con más fe que otra cosa, les mandamos al colegio cruzando dedos y asegurándoles que todo iba a ir bien.
La realidad cuatro meses después es que los colegios no han sido un foco de contagios. Los centros, en su gran mayoría, se están dejando la piel para conseguir mantener las aulas abiertas. Los casos son puntuales, pero ni mucho menos se han convertido en un núcleo preocupante de transmisión del virus. Así que, con esta lección aprendida, llegan las vacaciones de Navidad y es entonces cuando todo lo bien que se ha hecho hasta ahora se puede tirar por la borda a la vuelta de las Navidades.
Hasta el momento, los contagios de los menores se están dando, en su gran mayoría, en el entorno familiar. Son casos "importados" de casa, y eso hay que recordarlo de cara a lo que viene. Educación, de hecho, nos ha pedido a las familias que seamos extremadamente cuidadosas estas fechas para no poner en peligro la vuelta al cole de enero. Demasiadas reuniones con amigos o familia pueden ser un descontrol de contactos y posibles contagios. Es la otra derivada del peligro que van a suponer estas fiestas. Nos jugamos una tercera ola según los epidemiólogos, algunos dicen que peor que las otras dos anteriores. Todo por una cena, una comida, otra cena y otra comida. Demasiado riesgo para lo mucho que nos jugamos.
A diez días de la primera gran cita llegamos justos, muy justos. Los datos siguen siendo buenos, pero hay cierta tendencia al repunte en varias zonas. En algunas la velocidad de contagio se está multiplicando peligrosamente cada día y eso sí es peligroso, no frenar la tendencia. En cualquier caso, datos aparte, lo peor es que no sé si llegamos concienciados o no de todo lo que está en juego. Del riesgo que podemos correr. No sé en qué momento contar cada día la cifra de muertes ha dejado de tener valor, sentido, para muchos. Son cifras. Son números. Y cada uno lleva detrás un nombre, una historia, una familia, una ausencia. Así que pensemos en ellos. Mantengamos a raya esa cifra. No le añadamos ni una cifra más, ni un nombre más, ni una historia más.